Uno de los aprendizajes más importantes que hacemos durante los primeros años de escolaridad es aprender a leer y escribir. Si bien generalmente nos dedicamos específicamente a eso durante 1° y 2° grado, hay muchos pequeños aprendizajes que se realizan durante nivel inicial que nos preparan para poder hacerlo de manera óptima; se les llama “habilidades precursoras de la alfabetización” o “habilidades de alfabetización inicial”. Una de estas es la Conciencia Fonológica.

Conciencia fonológica significa “darse cuenta de los sonidos que componen la cadena del habla”. Cuando hablamos, emitimos una serie de sonidos encadenados que combinamos de diferentes maneras. Los niños aprenden a hablar y adquieren el valor significativo del lenguaje porque está vinculado con las necesidades y propósitos de su uso. Pero el valor sonoro suele pasar desapercibido. Por ejemplo, si escuchamos la palabra “tomate” podemos pensar en una huerta, en una ensalada, en comida saludable, incluso en el color rojo. Pero difícilmente pensamos que es una palabra de 3 sílabas, que el sonido consonántico /t/ está al comienzo y en el interior de la palabra, o que rima con “chocolate”. Sin embargo, para aprender a leer y escribir con eficacia, el desarrollo de la conciencia fonológica es un camino seguro, ya que las letras (elemento mínimo del sistema de escritura) son signos gráficos que representan los sonidos mínimos del lenguaje hablado. Poder identificar en la cadena del habla los sonidos mínimos, es decir, desarrollar habilidades de conciencia fonológica permitirá a los aprendices de la lengua escrita aprender con comodidad la vinculación entre fonemas y grafemas, codificar y decodificar palabras, leer y escribir con mínimo esfuerzo.

La conciencia fonológica involucra un conjunto de habilidades que se desarrollan de manera acumulativa, pero no de manera espontánea. Requieren de la intervención intencionada del educador. Este proceso avanza desde la sensibilización hacia los sonidos del lenguaje a identificarlos y luego poder manipularlos generando múltiples combinaciones. La clave de este aprendizaje es poder atraer la atención del niño hacia el aspecto sonoro del lenguaje: claramente las canciones, poesías y juegos con el lenguaje serán el recurso estrella.

Los bebés durante el primer año de vida son especialmente sensibles a los aspectos fonológicos del lenguaje, particularmente a la prosodia, por eso se ven muy favorecidos cuando las canciones y retahílas forman parte de su vida cotidiana, acompañadas por gestos, movimientos con las manos y con todo el cuerpo. Las canciones y juegos con rimas favorecen la sensibilización.

La progresión en dificultad en cuanto a habilidades fonológicas es la siguiente: 

• Sensibilización hacia los sonidos del lenguaje
• Identificación de rimas (cuna rima con luna)
• Identificación del fonema inicial de las palabras (Ana comienza como avión)
• Identificación de fonemas intermedios (la aaaa está en aaraaaañaaaa)
• Identificación de todos los fonemas que componen una palabra (no se trata de deletreo, sino de estirar cada sonido, para esto usamos juegos como el “elástico” o las “cajas de Elkonin” o “cazasonidos”)
• Omisión de fonemas o sustitución de un fonema por otro para formar palabras nuevas (si a loro le quito /l/… me queda oro; si le agrego /t/ me queda toro)

Es importante destacar que se trata de habilidades “fonológicas” es decir “auditivas” por lo tanto no es necesario recurrir a las letras para su desarrollo. Obviamente, la escritura acentuará la conciencia de los sonidos del lenguaje, pero en los primeros pasos de su desarrollo la recomendación es fortalecer la habilidad auditiva, prestando atención a cómo suenan las palabras y reforzar su internalización involucrando el cuerpo y el movimiento corporal, particularmente las manos. Cuando los niños logran reconocer los sonidos mínimos están preparados para identificar las letras que los representan en el sistema de escritura.